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¿Para qué he empeñado los riñones, y la vista y el alma y la vida toda en esta locura de pintar cuadros?, cuadros que luego viene alguien y los compra, o no los compra, y después uno los guarda, o los arrincona, los rompe o los bota: los convierte en basura. Pero sucede que no son “cuadros”, en el sentido de una generalización fácil. Son pedazos de los cojones del alma que uno va dejando para iluminar un poco o mucho nuestra pequeña sordidez, que es un poco o mucho la misma sordidez del mundo.
Manuel Quintana Castillo
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